Sin riesgos no hay beneficios. No hay beneficios sin riesgo. Es una de las frases más repetidas en el libro “Invertir tus ahorros y multiplicar tu dinero” de Ángel Faustino. También habrás leído algo parecido en los cientos de blogs que te dan consejos sobre planificación financiera.

Pero, ¿qué pasa con la suerte? Cada día muchos de nosotros decimos “qué suerte tiene mi antiguo compañero de escuela, tiene su propia empresa y ahora viaja a todos los rincones del mundo” ó “qué suerte tiene Felipe, tiene una pareja encantadora”. De hecho muchas veces tengo que escuchar de gente cercana decirme que tengo mucha suerte.

Tina Seelig lleva 20 años observando qué hace ser a ciertas personas más afortunadas que otras e intenta ayudar a las personas a aumentar su suerte. Entonces, ¿qué es la suerte? La suerte se define como el éxito o el fracaso aparentemente causado por el azar. Aparentemente. Esa es la palabra operativa.

Tina Seelig sin embargo se ha dado cuenta que raramente la suerte es resultado del azar. La suerte no es un rayo aislado y dramático que toca solamente a algunos. Es más bien como un viento que sopla constantemente, a veces más fuerte, otra veces en ráfagas y otras simplemente está en calma.

La incubadora de Netflie os trae 3 consejos para capturar los vientos de la suerte basados en mi experiencia real y los consejos de Tina Seelig:

Primer consejo: cambia tu relación contigo mismo.

Tienes que estar dispuesto a tomar pequeños riesgos que te saquen de tu zona de confort. 

Cuando somos niños tenemos que salir de nuestra zona de confort de manera constante: tenemos que aprender a caminar, a montar en bicicleta e incluso física cuántica. En una semana tenemos que pasar de ser una persona que anda a ser una persona que es capaz de montar en bicicleta. De pequeños estábamos tomando pequeños riesgos todo el rato. El problema es que a medida que envejecemos dejamos de hacerlo, somos adversos al riesgo.

Para empezar utiliza una técnica sencilla: el riesgómetro. Coge un papel y apunta los riesgos que estás dispuesto a asumir. Hay riesgos intelectuales y riesgos físicos y financieros. Y riesgos emocionales y riesgos sociales y riesgos éticos y riesgos políticos. Luego te animo a coger uno o varios de ellos, por ejemplo, un riesgo social: hablar con alguien sentado junto a ti en el tren. O un riesgo intelectual, o un riesgo emocional. Cualquier cosa que te haga salir de tu zona de confort. Yo hago esto constantentemente.

En 2012 decidí abrir una tienda online. Dos años más tarde tomé otra decisión bien diferente: cerrarla. 

Había estudiado una ingeniería y quería dedicarme a ello. Al cerrar la tienda la oscuridad se adueñó de mi mente. Pensaba que jamás iba a encontrar trabajo como programador. Hacía dos años que había terminado la carrera y me había alejado de este mundo. ¿Quién me iba a contratar ahora sin haber hecho prácticas o haber sido becario? ¿Y quién iba a querer contratar ahora como becario a una persona que hacía dos años que había abandonado el mundo de la programación?

Días más tarde estuve preparándome un curriculum visualmente muy atractivo. También una carta de presentación diferente. Era divertida, incluso parecía una carta de coña o cachondeo. La mandé a varias empresas por la noche.

A la mañana siguiente a las 11 de la mañana a una de las chicas de RRHH de alguna de las empresas a las que les escribí le parecí un perfil interesante. Esa misma mañana fui contratado para mi primer trabajo como programador. Tardé 2 horas en encontrar un trabajo que el día anterior estaba convencido que jamá iba a tener.

Muchas dirán que fui muy afortunado. ¡Y es verdad! Pero esa suerte fue el resultado de una serie de pequeños riesgos que tomé. Empecé escribiendo una carta absurda. Da igual qué pienses o dónde estés o qué estés haciendo. Da igual si piensas que serás la persona menos oportuna. Da igual. Comienza a tomar pequeños riesgos. Comienza a construir una vela para capturar la suerte.

Segundo consejo: cambia tu relación con las demás personas.

Debes entender que todos las personas que te cruzas a lo largo de tu vida juegan un papel muy importante para lograr tus objetivos. Y si no muestras aprecio no sólo no estás cerrando el círculo sino que estás perdiendo una oportunidad. Cuando alguien hace algo por ti está tomando tiempo que podría estar gastando en ellos mismos o en alguien diferente a ti y debes reconocerles lo que están haciendo.

Participé en el proceso de selección de técnicos para una empresa hace unos años. Muy muy pocas personas son finalmente seleccionadas para trabajar con nosotros y cuando mando el e-mail informando del resultado a los candidatos sé que muchos de ellos estarán decepcionados. Algunos de los que están decepcionados me responden, quejándose. Otros contestan diciendo, ¿qué podría hacer para tener más éxito la próxima vez? Pero de vez en cuando te llega algún e-mail dándome las gracias por la oportunidad.

Hace 6 meses un chico de Francia que había descartado me mandó un bonito email: “sé que he sido descartado pero quiero darte las gracias por todo lo aprendido durante el proceso de selección, me apasiona vuestra empresa y vuestra forma de trabajar”. Estaba tan impresionado por la amabilidad de su mensaje que no pude evitar escribirle de nuevo. Le invité a reunirnos en un bar y tomar algo. Era un chaval de 19 años que había dejado los estudios.

Juntos preparamos un plan de estudios y le recomendé varios libros y formas de abordar el mundo de la programación. Pero no sólo fue eso. Ambos amábamos el mundo de la meteorología y yo conocía varios proyectos en España que funcionaban muy bien. Ahora ha creado su propia red de estaciones meteorológicas en Francia y gana dinero con ello. Yo también, están alojadas en mis servidores.
Lo realmente importante de esta historia es que ambos acabamos atrapando los vientos de la suerte gracias a su nota de agradecimiento. Pero fue algo que no esperábamos en un primer lugar.

Tercer y último consejo: cambia tu relación con las ideas.

La mayoría de nosotros recibimos ideas y las clasificamos en “esto es una buena idea” o “esto es una mala idea”. En mi opinión no hay ideas buenas o malas.

Observa las ideas terribles a través de la lente de las oportunidades.

Os propongo un desafío: crear una idea para un nuevo restaurante. Tienen que escribir en un papel las mejores ideas para un restaurante y las peores ideas. Las mejores ideas son cosas como por ejemplo un restaurante en unos acantilados con vistas al mar, o un restaurante encima del río Danubio. Las peores ideas para un restaurante son cosas como un restaurante en un basurero, o un restaurante con un servicio tremendamente lento o un restaurante donde sirvan sushi de cucarachas. Entonces me mandan todas las ideas. Las buenas ideas las leeré y a continuación las tiraré al cubo de la basura. Luego cojo las ideas horribles y las distribuyo entre mis seguidores. Cada equipo tendrá ahora una idea horrible de otro equipo y su desafío es convertirla en algo brillante.

Y esto es lo que sucede. En unos 10 segundos alguien dice “Esta es una idea fabulosa”. ¿El restaurante en el basurero? ¿En qué se convertirá aquello? Bueno, recogen toda la comida extra que iba a ser desechada de restaurantes con estrellas Michelin y lo convierten en otro restaurante a un precio mucho más bajo. El restaurante con un servicio lento y horrible se convierte en un campo de entrenamiento donde futuros dueños descubren como evitar obstáculos. ¿Y el sushi de cucaracha? Ahora es un increíble restaurante con ingredientes realmente interesantes y exóticos.

Es cierto, algunas personas nacen en condiciones realmente duras y la suerte les golpea como un rayo, pero si tomas pequeños riesgos que te hagan salir de tu zona de confort, si eres agradecido y ves las ideas horribles a través de la lente de las oportunidades estarás construyendo una vela cada vez más grande que te ayudará a capturar los vientos de suerte.


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